lunes, 30 de abril de 2012

Anda a saber.

El otro día mientras pensaba en una respuesta a una pregunta hipotética que alguien me haría me di cuenta de algo. La mayoría de las respuestas a preguntas obvias, son obvias, pero en mi  caso voy un poco más allá, al pensar respuestas elaboradas, utilizando todas las figuras retóricas que tenga a mano de modo de parecer alguien mas inteligente de lo que soy. Como decía estaba ensayando una respuesta a una hipotética pregunta que alguien me haría y me vi, que digo me vi, me escuche a mi mismo, en mi mente decir el nombre de la persona que me acompañaba antes que el mio  y en ese instante  me asalto la duda: ¿Por qué había puesto a otra persona antes que a mi? Esto no tiene nada que ver con mi propio egoísmo, puede que sea una persona egoísta, puede que no,  eso no viene al caso, tampoco viene al caso esa regla gramatical de la “Real Academia Española” que dice que la primera persona es la que se nombra en último término cuando ya se nombró a todas las personas que lo acompañan en ese momento. Esta regla además de absurda me parecía incómoda, ya que de este modo podía hasta olvidar de nombrarme a mi mismo, si lo hago después de las otras personas. Como sea siempre me nombro a mi mismo antes que a los demás y siento una especial  satisfacción cuando alguien me hace notar mi error gramatical, sin saber la utilidad real de la regla ya que, si  obedece a la regla, además de intentar hacerla cumplir, sin saber cuál es el sentido de esta, su desenvolvimiento en su propia vida podría estar signado por el mismo estricto acatamientos de reglas de las cuales no conoce el sentido. Lo que a mí, en verdad, me inquietaba era la razón por cual había puesto el nombre de alguien más antes que el mío...
Confiar en la mente podía ser peligroso, si tenemos en cuenta que siempre nos está engañando, eso es sabido, nos engaña en  los recuerdos que no son tan lindos como se recuerdan, ni somos ni tan brillantes ni tan imbéciles  por más  que lo diga nuestra limitada autopercepción, por lo cual, que mi mente haya puesto a otra persona antes que a mi no seria precisamente una señal inequívoca de mi interés por esa persona. Esta extraña discusión conmigo  mismo es una señal muy evidente de mi propia evasión de la realidad.

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