domingo, 4 de mayo de 2014

liberación en acción

 Ella decide recostarse para evitar el pensamiento. Decide soñar y no mantenerse despierta.
Pero esta intranquila, dormita por segundos…
El llanto invade su cuerpo sin saber que extraña más, en ese momento despierta atontada y perdida en una nebulosa de ensueño se encuentra con la verdad… la cercanía  tan deseada y obtenida confirmaba la distancia, el adiós.
  Adiós que de improviso aparece y provoca el dolor incesante que penetra desde el infinito sin que ella tan simple y apabullada  tenga  la posibilidad de reaccionar ante un impacto tan grande.
En tan solo cosa de segundos se sentía seca de dolor.  Paralizada por la certeza.
No era sorpresiva, sino tan solo una evidencia que  esperaba, que sabía que llegaría con el correr de los años, pero no quería escucharla.
No sabia en ese momento que eso era parte de la liberación que tanto necesitaba para poder continuar despierta.
Solo podía sentir el dolor, solo quería sentir el dolor, en algún punto lo creía merecido por el solo hecho de canalizar esa incertidumbre que se trasforma. Que hace presión.
 Presión en su pecho, que la asfixia, quiere gritar, quiere escapar pero se encuentra inmutable en su dormitorio con la verdad obsoleta.
Sentía cada lágrima, cada una permitía por instantes liberarse de la parálisis física que la contenía y al mismo tiempo la sometía.
Moja su cara, llora incansablemente, su mente obstaculizada no reacciona, no  quiere ceder. Se siente abrumada, por la verdad tan clara que no  cabe lugar a la negación.
El dolor penetra en su cuerpo de tal manera que simplemente se apaga, sin estimulo ni reflejo. Es de su cuerpo para su  cuerpo, desde el punto más vulnerable a la extremidad más abstracta.
No había pensamiento posible ante la verdad, solo la verdad a modo de cartel luminoso. Deseaba parar su mente, tan solo salir de la certeza por unos segundos,  poder acomodar su sentimiento para que no ejerza con  tanta presión y poder respirar, pero  la tarea se dificultaba con cada sollozo.
 Ese  dolor que provoca el llanto era el mismo que lo interrumpía para que emerja con mayor intensidad, ese era el único alivio que podía sentir, esa rotación de sonidos e intensidades permitían un movimiento, que la hacían sentir por momentos un poco viva.
Un poco humana.
Y en ese mismo momento la realidad salía a la luz, tan sencillo, la situación estaba fuera de sus manos, no era su verdad. No así era su dolor.
Sin la capacidad para modificarla, ni aceptarla, la hace pasar de mano en mano casi sin querer sentirla solo la toma con la punta de sus dedos como si hirviera…  mira sus manos se encuentran vacías.
 Desbordada, paralizada, vulnerable, acechada ante esa verdad que resuenan en cada rincón de su cuarto, junto con cada recuerdo.
Ese desconsuelo era el único que ya no quería sentir, que no deseaba, demás esta decir que no esperaba.
Esa era la razón por lo cual todo era tan intenso y ella estaba perdida, en un estado tan grande  de indefensión y vulnerabilidad. No lo esperaba o simplemente no quería verlo.
La debilidad pasa a ser ella misma, un humano que siente el dolor indescriptible y el anhelo.
Mira su reflejo en el espejo  y descubre la tristeza en sus ojos, inmediatamente el dolor es visible, se descubre…al mismo tiempo  no se encuentra en esa mirada tan desconsolada  y sin rumbo. 
Pero lo que en realmente logra ver va  mas allá de su aspecto, es  ese sentimiento de espanto que la atemoriza, que la alarma  tanto. La verdad.
Atascada en la idea de dolor  olvido su procedencia. Obviamente adrede.
Logra pensar, el llanto languidece, su cuerpo se pone firme y decide. Ya no quiere sentirse ajena al dolor, sino transitarlo, se sienta en su cama mira un papel, este totalmente sin esencia revolotea de la mesa al piso alejándose con la brisa que entra por la ventana y así, entre sus dedos abarrotados de nicotina y el olor a marihuana que la envolvía descubre el  rito inexorable del sentir  y en ese mismo instante  casi sin querer esta liberada, esa agonía perenne muta a una tristeza en su mirada, ya no ejerce presión en su pecho, solo es melancolía que la deja respirando con poca dificultad, que le permite ver el horizonte.
Y mirándose así, desnuda un comienzo, ahora sabe  que la verdad libera.