domingo, 10 de mayo de 2015

La Carrera

   Una cuadra separaba su casa de la parada del colectivo, una sola cuadra que la paralizaba, que no la dejaba respirar,  que no era la cuadra en sí, por qué que es una cuadra más que cien metros, o algo así, de largo, no era la cuadra sino “eso”. Eso que la empieza a observar antes de darle dos vueltas a la llave, antes de bajar las escaleras, incluso antes de levantar la persiana, incluso antes de abrir los ojos. Eso, que no se ve pero está ahí, eso que no era la cuadra pero vive ahí, esperándola, asechándola, midiéndola continuamente. Eso que no ve pero escucha su respiración, exhala, inhala, exhala, inhala, como bufidos, eso que la observa aunque su persiana este cerrada y las cortinas puestas, eso que se cuela hasta por donde el frio no puede.

   De lunes a lunes esa cuadra le aterraba, es mísera cuadra, no, esa mísera cuadra y esos 10 minutos que tarda en llegar el colectivo, esos 15 minutos, y más, de incontable terror.  6:30am "pii-pii-pii-pii" 4 pitidos, apaga el despertador, lo siente, 6:40 "pii-pii-pii-pii" apaga el despertador, lo percibe, está ahí, 6:45 "pii-pii-pii-pii" apaga el despertador, la persiana está cerrada, pero igual, está confirmado, ya está del otro lado, observándola, sintiéndola, necesita salir de esa cuarto, necesita alejarse de las ventanas. Ya es insoportable. Se calza unos short y sale corriendo, a su paso va prendiendo todas las luces a ojos cerrado, no puede ver oscuridad, ahí se encuentra eso que la aterra, aunque no lo haya dejado entrar, aunque se lo haya negado, aunque haya sellado toda rendija, ahí está, es imposible, si la boleta de luz  no viniera tan alta nunca se apagarían, pero es imposible, para eso necesitaría ganar más,  y para eso habría que cambiar de trabajo y no le gustaban los cambios, aunque fueran para mejor.  Las luces prendidas y se encierra en el baño, había elegido un primer piso justamente para que no haya claraboyas, ni ventilas, ni nada que se le asemeje, no se podía correr riesgos, aunque odiaba bañarse a la mañana y lavarse los dientes antes de desayunar, iba al baño como rutina, solamente porque era su guarida, su santuario, su bunker anti-eso que la asecha. Estaba retrasando todo,  otra vez. Mentalmente recorre los pasos: salir del baño, correr a la cocina, café con leche  en el microondas. Respira profundo, a la cuenta de 3 empieza, uno, dos tres… ya! corre.

   La radio seguía sonando desde hace 3  meses, se le habían quejado los vecinos de arriba, por lo cual había tenido que tapizar todo el techo y paredes con telgopor y separadores de huevo, si hubiera sabido tocar algún instrumento se podría haber inventado que tenía una banda y que usaban su casa como sala de ensayo, pero no era el caso, así que decidió dejar de invitar gente después de que le hayan preguntado, reiteradas veces, si estaba loca, y no, no lo estaba, lo que pasa es que eso la seguía y en el silencio era peor, pero al tratar de explicarlo… había desistido, nadie entiende, ni aunque tuviera lógica, hasta sus amigos habían empezado a mirarla preocupados y a preguntar de más. La radio no se apaga y ya, el silencio es aterrador, el silencio lo hace percibir aun con más nitidez,  el silencio te hace percibir lo desconocido, lo que no ves.

   Termina de desayunar, se cambia, y hace recuento de cosas, mochila? lista, auriculares? listos, música, abrigo, cigarrillos, llaves? Listos. Antes de salir “démosle play”, tan fuerte suena que ni siquiera escucha sus pasos, va. Y ahí es el momento, la llave en mano, los ojos cerrado, de lunes a lunes lo mismo, respira, inhala, exhala, inhala profundo, exhala, inhala aún más profundo, media vuelta de llave, solo falta una, exhala, inhala, sabe que está ahí, no abre los ojos, solo media vuelta más, exhala, lista para la carrera, el rubio en la mano ya encendido, la otra media vuelta, inhala aún más profundo, mantiene la respiración y… … … corre, no importa que, corre, corre lo más rápido que puede, aunque sus músculos lloren agotamiento, aunque sus pulmones no den abasto, corre y lo siente, a medio metro, a 20 centímetros, a dos centímetros, medio centímetro, el colectivo, el rubio estaba prendido al pedo, se sube -$4 por favor- el colectivo va casi lleno,  se dirige al único asiento vacío al fondo y, por fin, exhala en un suspiro mientras mira su cuadra, no había nadie, no había nada, pero estaba ahí, al acecho, mirándola, esperándola.


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-Y, no se te ocurrió pensar, digo, no?, que eso mismo que te persigue y te observa rutinariamente, desde, incluso, antes de levantarte, sos vos?- No sabía cómo contestar, la habían descubierto.

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